Apostillas a Mar de fondo 2

Apostillas a Mar de fondo 2
2. El cementerio marino
Rafael Serra
Hace ya unos cuantos veranos, las playas aparecieron salpicadas por millares de pequeñas medusas azuladas de la especie Velella velella, curiosos organismos marinos cuya forma recuerda a la de un preservativo de fantasía aún sin desplegar. En otra ocasión fueron inusualmente comunes las liebres de mar, unos estrafalarios e inquietantes gasterópodos sin concha. Este año, las protagonistas han sido las salpas, que, cuando son arrastradas hasta la orilla, tienen forma de grumos gelatinosos y translúcidos. La gente confunde a las salpas con las medusas y les adjudica su mala fama como bichos urticantes. Pero son del todo inofensivas y pertenecen al subfilo de los tunicados, lo que las emparenta más bien con las ascidias. Tras su fase larvaria, las ascidias se fijan al sustrato rocoso, mientras que las salpas viven libres en la columna de agua marina.
Cualquier arenal del Fin del Mundo es un espectáculo permanente para los observadores atentos. El gran océano no deja de proporcionar una cosecha regular de restos que describen el drama que día y noche se representa bajo las olas. Unas apariciones que responden a misteriosos calendarios y ciclos vitales. Algas, sí, grandes arribazones de algas, aunque también ejemplares solitarios de doradas laminarias que, recién desarraigadas, aún mecen sus frondas al vaivén del oleaje. Pero son especialmente abundantes los vestigios de la variopinta fauna marina que viene a claudicar en estas orillas siempre renovadas y disemina sus últimos testimonios a lo largo de la franja que dibuja la pleamar.
Allí puede aparecer de todo, desde un delfín varado hasta los frágiles esqueletos externos de los erizos de mar, algunos milagrosamente preservados, pasando por plumas de aves marinas y un extenso catálogo de conchas. Imposible aburrirse en este museo de historia natural al aire libre. Nunca cierra y es recomendable visitarlo tras el paso de un temporal. Un curso de biología marina de secano, por inferencia, que no requiere barcos, sondas ni inmersiones. Hay playas laminadas por el turismo en las que cuesta encontrar vestigios de sus genuinos habitantes. No es el caso de las costas del Fin del Mundo, donde el teatro de la vida y la muerte se encarama a su mejor escenario.

Tesoros encontrados en la playa. Arriba, en el centro, una vértebra de delfín, probablemente de delfín común (Delphinus delphis). Debajo, exoesqueleto del erizo de mar Echinocardium cordatum, también conocido como “erizo corazón”. A la izquierda, colonia del briozoo Turbicellepora magnicostata constituida en torno a un estipe, ya seco, del alga Gongolaria baccata. A la derecha, caracolita de la especie Ocenebra erinacea, un pequeño pero terrible depredador de bivalvos.